jueves, octubre 26, 2006

París era una fiesta

En aquellos días no había dinero para comprar libros. Yo los tomaba prestados de Shakespeare and Company, que era la biblioteca circulante y librería de Sylvia Beach, en el 12 de la rue de l`Odéon. En una calle que el viento frío barría, era un lugar caldeado y alegre, con una gran estufa en invierno, mesas y estantes de libros, libros nuevos en los escaparates, y en las paredes fotos de escritores tanto muertos como vivos.

(37 de la Rue Bucherie, la propietaria actual es S.Whitman, abre a diario de mediodía a medianoche, conserva parte del sabor de aquellos años -tuvo mejor suerte que la londinense Marks&Co, una triste placa escondida la recuerda en el 84 de Charing Cross Road)



Aquello fue el final de la primera parte de París. París no volvería nunca a ser igual, aunque seguía siendo París, y uno cambiaba a medida que cambiaba la ciudad. Nunca volvimos al Vorarlberg, ni tampoco volvieron los ricos.
París no se acababa nunca, y el recuerdo de cada persona que ha vivido allí es distinto del recuerdo de cualquier otra. Siempre hemos vuelto, estuviéramos donde estuviéramos, y sin importarnos lo trabajoso o lo fácil que fuera llegar allí. París siempre valía la pena, y uno recibía siempre algo a trueque de lo que allí dejaba. Yo he hablado de París según era en los primeros tiempos, cuando éramos muy pobres y muy felices.
Ernest Hemingway