sábado, octubre 14, 2006

Me alquilo para soñar

Apenas me la habían presentado cuando incurrí en la impertinencia feliz de preguntarle cómo había hecho para implantarse de tal modo en aquel mundo tan distante y distinto de sus riscos de vientos del Quindío, y ella me contestó con un golpe:
-Me alquilo para soñar
.
[...]
.
Neruda se durmió al instante, y despertó diez minutos después, como los niños, cuando menos pensábamos. Apareció en la sala restaurado y con el monograma de la almohada impreso en la mejilla.
-Soñé con esa mujer que sueña -dijo.
Matilde quiso que le contara el sueño.
-Soñé que ella estaba soñando conmigo -dijo él.
-Eso es de Borges -le dije.
Él me miró desencantado.
-¿Ya está escrito?
-Si no está escrito lo va a escribir alguna vez -le dije-, será uno de sus laberintos.
.
Tan pronto como subió a bordo, a las seis de la tarde, Neruda se despidió de nosotros, se sentó en una mesa apartada, y empezó a escribir versos fluidos con la pluma de tinta verde con que dibujaba flores y peces y pájaros en las dedicatorias de sus libros. A la primera advertencia del buque buscamos a Frau Frida, y al fin la encontramos en la cubierta de turistas cuando ya nos íbamos sin despedirnos. También ella acababa de despertar de la siesta.
-Soñé con el poeta -nos dijo
Asombrado, le pedí que nos contara el sueño.
-Soñé que él estaba soñando conmigo -dijo, y mi cara de asombro la confundió-. ¿Qué quieres? A veces, entre tantos sueños, se nos cuela uno que no tiene nada que ver con la vida real.
No volví a verla ni a preguntarme por ella hasta que supe lo del anillo en forma de culebra de la mujer que murió en el naufragio del Hotel Riviera. Así que no resistí la tentación de hacerle preguntas al embajador portugués cuando coincidimos, meses después, en una recepción diplomática. El embajador me habló de ella con un gran entusiasmo y una enorme admiración. -No se imagina lo extraordinaria que era-, me dijo. -Usted no habría resistido la tentación de escribir un cuento sobre ella-. Y prosiguió en el mismo tono, con detalles sorprendentes, pero sin una pista que me permitiera una conclusión final.
-En concreto -le precisé por fin-: ¿qué hacía?
-Nada -me dijo él, con cierto desencanto-.
Soñaba
.
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G.G.Márquez