lunes, agosto 13, 2007

Siunanochedeinviernounviajero

- Y todos los miércoles la damisela perfumada me da un billete de cien coronas para que la deje sola con el detenido. Y el jueves las cien coronas se han ido ya en cerveza. Y cuando ha terminado la hora de la visita la damisela sale con el tufo de la prisión en su traje elegante; y el detenido vuelve a la celda con el perfume de la damisela en sus ropas de presidiario. Y yo me quedo con el olor a cerveza. La vida no es más que un intercambio de olores.

- La vida y también la muerte, puedes jurarlo - terció otro borracho, cuya profesión era, como me enteré enseguida, sepulturero. - Yo con el olor a cerveza trato de quitarme de encima el olor a muerto. Y sólo el olor a muerto te quitará de encima el olor a cerveza, como a todos los bebedores a quienes toca cavarles la fosa.

He tomado este diálogo como una advertencia a estar en guardia: el mundo se va deshaciendo e intenta arrastrarme en su disolución.